No tan a la deriva

En Notas sobre el léxico (junio 24), expliqué brevemente que uno de los componentes que caracteriza nuestro argot dominicano es la presencia de marinerismos. Se le llama marinerismo a la incorporación del vocabulario náutico fuera del contexto marítimo. El uso de marinerismos tiene sus orígenes en la etapa formativa del español antillano, cuando a finales del siglo XV se desarrollan los primeros asentamientos españoles en la entonces Hispaniola. Para el 1496, el comendador Nicolás de Ovando, había fundado aproximadamente una decena de villas, entre ellas: Concepción de La Vega, Santiago de los Caballeros, Bonao, Puerto Plata, San Juan de la Maguana, Azua de Compostela entre otras. Por consiguiente, el vaivén de marineros desde y hacia la isla permitía en aquel entonces que el uso del español de ultramar sirviera de base para la formación de nuestra variedad dominicana. Hoy día, el empleo de marinerismos en el léxico dominicano es algo tan común, que traspasa barreras que delimitan las clases sociales. Es decir, sin importar a qué esfera socio-económica pertenezcamos, una gran mayoría de dominicanos emplean los marinerismos a continuación, pero advierto que algunos nos hacen sonrojar. ¡Ni modo! Hablamos Así.

Abarrotar-aferrarse-amarrar-andullo-atesar-bandazo-badeársela-botar-boyar-crujía-chusma-amarrar-desguindar-embicar-guindar-halar-hondearse-largarse-maromas-mazamorra-rabiza-rasqueta-singar-soga-tolete-trinquete-virar-virarse-zafar

(Tomado de Alba, O. 2004. Cómo hablamos los dominicanos, Colección Centenario Grupo León Jiménez).

A este listado agrego, pulpería que paulatinamente ha sido desplazado por colmado, aunque ambos conceptos cumplen con el propósito de proveer cervezas frías que nos embicamos durante estos meses de calor.

¡Santo verbo!

En esta ocasión, quisiera discutir las innovaciones observables en el uso de los verbos. Para entender esto (y de antemano me disculpo con mis colegas pues no es intención subestimar la complejidad del tema mediante una explicación simplificada) debemos colocarnos dentro del campo de la sintaxis, la rama de la lingüística que se ocupa del orden de las palabras para formar sintagmas y oraciones, y la función que el complemento u objeto directo ejerce sobre el verbo.

Como ya sabemos, los verbos se dividen en transitivos e intransitivos. Es decir, los verbos transitivos son aquellos que requieren de un elemento u objeto directo para ampliar o completar el argumento sintáctico. Por ejemplo, si decimos Carlos envío, el verbo envió necesita de un complemento directo pues no nos queda claro qué cosa Carlos ha enviado. Pero si decimos Carlos envió la carta, la oración se hace más clara, pues el sintagma nominal la carta extiende el significado de la oración. Sin embargo, un verbo intransitivo no precisa de un complemento directo u objeto directo. En el ejemplo El gato maúlla o Ayer llovió, los verbos maúlla y llovió no precisan de un sintagma nominal, pues el argumento oracional queda bastante específico.

Ahora bien, imagínense ustedes la sorpresa que me llevé, cuando aprendí que brillar es un verbo intransitivo, como dictaminan los ilustres de la gramática. Toda mi vida he utilizado el verbo brillar con un complemento, por lo que me imagino será de lo más estridente para un guardián del “buen uso” de la lengua. Por suerte, como estoy en el campo de la lingüística y no de la gramática (y como buena cibaeña), continúo utilizando brillar de manera intercambiable como verbo transitivo e intransitivo. Después de todo, ¿Existe alguna diferencia de significando entre Altagracia pule las ollas y Mercedes brilla las pailas?

Domingo Cimarrón

A petición de un lector y a propósito de celebrarse próximamente un día feriado en los EEUU, hago un esbozo abreviado sobre el significado del día cimarrón. Popularmente dicho el en argot dominicano, los domingos cimarrones se refieren a cualquier día feriado que por fortuna, ha caído durante un día laboral. Por ende, por ser día de semana feriado, la gente dice que ha tocado un domingo cimarrón o literalmente traducido: domingo haragán. El significado de esta frase tiene sus orígenes en el vocabulario náutico cuando al marinero poco trabajador se le llamaba cimarrón. Más adelante, durante la época colonial, a los esclavos que se sublevaban y huían se les llamaban negros cimarrones, lo cual resulta bastante risible pues con semejante condición social de subyugarse a la labor gratuita, no era para menos darse a la fuga.

De entrada, se entiende que durante los domingos no se trabaja, y por consiguiente el llamar un día feriado domingo cimarrón resulta en una redundancia. Sin embargo, si nos situamos en el contexto estadounidense, los domingos cimarrones (literalmente hablando) son bienvenidos, pues por lo general en EEUU, muchos de los días feriados caen lunes, lo que significa que durante ese domingo podemos posponer los preparativos de la semana. De ñapa, nos podemos ir de parranda pues como no se trabaja al día siguiente, entonces tomamos ventaja del domingo haragán, pues al día siguiente toca un lunes cimarrón.